martes, 9 de agosto de 2011

Loro cabeza amarilla

Mensajeros de los dioses
Casi todos nosotros sabemos un chiste cuyo protagonista es un loro. Estamos acostumbrados a su imagen en medio de bromas, algunas de mal gusto, o como parte de caricaturas o en el hombro de un pirata. Pero los loros verdes, que tantas veces son la mascota olvidada de las casas y que despiertan más sentimientos de burla y menos de admiración, fueron en otra época valorados como lo que son: criaturas de magnífica belleza e inteligencia, que por sus atributos y su extraña habilidad para imitar la voz humana, eran considerados por nuestros indígenas como mensajeros de los dioses. Es tiempo de volver a mirarlos así.
Cuando alguien habla de loros, viene a nuestra mente la imagen de uno verde de frente amarilla. Lo cierto es que se le conoce con diversos nombres, según el lugar que habita en Suramérica: “loro real o fino” (Departamento del Meta), “loro cariblanco” (Departamento del Atlántico), “loro ojo de plata” (Departamento de Antioquia), “loro coronado” (Ecuador), loro hablador o chuto” (Bolivia) o “loro cabeciamarilla” (México). Cada región geográfica ha bautizado a esta especie de loro de acuerdo consus costumbres y su entorno cultural.
Su nombre científico ochrocephala viene de dos palabras neolatinas: una derivada del griego okros, y significa “amarillo” o “pálido”; mientras que kephale significa “cabeza”. Entonces, el nombre común más aproximado al científico vendría a ser “loro de cabeza amarilla”.
Los loros de cabeza amarilla son animales sociables. Integran masas de cientos de ellos para alimentarse y para protegerse de potenciales depredadores. Debido a sus grandes bandadas, los loros de cabeza amarilla son percibidos por los campesinos como una plaga para sus cultivos. Indudablemente, los loros pueden ser muy destructivos en una siembra, pero es la expansión de la frontera agrícola la reductora de su hábitat en más del 70%, situación que genera conflictos entre los campesinos y dichas bandadas.
Los loros de cabeza amarilla consumen gran cantidad de frutos y, gracias a su fuerte pico, pueden ingerir semillas duras a diferencia de otras aves. La manera de alimentarse es desordenada, pues esparcen flores y semillas a medio masticar en un área bastante amplia. Tales hábitos alimenticios nocivos para los cultivos del hombre, son útiles en su medio natural, porque dispersan y escarifican las semillas arrancándoles la cáscara más dura y dejándolas listas para que los árboles del bosque se reproduzcan. Su amplia dieta con dificultad puede replicarse en casa; dicha circunstancia facilita su desnutrición y el desarrollo de problemas en huesos y plumas.
Al igual que otras especies de loros amazónicos, los de cabeza amarilla emiten variados chillidos y silbidos, muestran gran resistencia en vuelo y son capaces de cubrir largas distancias en su estado libre. En la selva, tanto el macho como la hembra forman, en algunos casos, un nido, lo cual no deja de ser un hecho singular, pues la mayoría de los loros amazónicos eligen una cavidad en un árbol y no construyen nido alguno. La incubación de los huevos dura cerca de un mes, siendo la nidada más corriente la compuesta por tres huevos. Los loros de cabeza amarilla son de dimensión mediana; ésta oscila entre 35 y 38 centímetros de longitud. La coronilla es amarilla y el resto de la cabeza es verde, aunque la tonalidad amarilla se irá extendiendo poco a poco por toda la cabeza. El céreo es negro, el pico es gris oscuro y el iris es anaranjado. Las plumas de la nuca y de la parte posterior del cuello son de color verde con un reborde negro.  En los ejemplares jóvenes, el reborde negro de las plumas aparece más pronunciado.
Mensajero de los dioses
Nuestros indígenas veían a los loros como criaturas maravillosas, y su habilidad para hablar los convertía en una especie de mensajeros de los dioses. Las plumas aún son usadas para la elaboración de elementos rituales y coronas. Antes, los indígenas los domesticaban y los alimentaban con una dieta especial para resaltar el color de sus plumas. Este procedimiento se denomina tapirage y todavía es utilizado por diferentes tribus amazónicas para lograr el mismo propósito. La relación de los pueblos indígenas con los loros diverge de nuestras prácticas urbanas. En estas últimas los individuos son transportados y manipulados en crueles condiciones para el mercado negro.
Asimismo, la caza y el manejo de estas aves en el mercado negro de especies difieren del tratamiento de nuestros indígenas para su domesticación. En tiempos pasados, los loros eran criados en condiciones especiales de cuidado y alimentación. Para muchos pueblos precolombinos, conservar un loro era un modo de honrar los espíritus de la selva. En dicha tradición, los loros jamás eran enjaulados, permanecían sueltos sobre el árbol más cercano a la vivienda y, en numerosos casos, al alcanzar la madurez, el animal podía reintegrarse a la vida silvestre.
Los colonizadores entendieron mal la relación de los pueblos indígenas con los loros. En general, asociaron que “donde hay loros, hay oro”, pero la verdadera creencia de los indígenas es “donde hay loros, hay riqueza”. De hecho, las bandadas de loros son un importante bioindicador de la salud de los bosques por su escogencia de áreas sanas con abundante alimento.
Por desgracia, algunos de estos mismos pueblos indígenas participan ahora del tráfico de loros, debido a sus extremas condiciones de pobreza y marginación. Poco queda ya de la relación especial y mística que unió las tradiciones de nuestros ancestros con la belleza e inteligencia de los loros.
¿Los últimos loros?
Se piensa que los loros de cabeza amarilla no están seriamente amenazados porque se ven en grandes bandadas y son una de las mascotas más frecuentes. Por ende, no aparecen en ninguna categoría de la lista roja de especies en peligro de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Sin embargo, las masas de loros de cabeza amarilla son sometidas a una fuerte presión, originada ésta por la destrucción de su entorno natural y por la caza extensiva para el mercado negro de aves en cautiverio. A pesar de ser una práctica cultural arraigada el tener loros de cabeza amarilla en nuestras casas, merece ser revaluada por convertirse en una de las principales amenazas para su preservación.
En la costa atlántica, los loros de cabeza amarilla son los más apreciados para tal fin, dada su reputación de ser “los que mejor aprenden a hablar”. Este “privilegio” ha generado la inclusión de la especie en el apéndice II de la Convención Internacional para el Tráfico de Especies Silvestres (CITES), en el cual se reportan los animales con altas probabilidades de extinción.
Si bien esta especie muestra una alta tolerancia ecológica a la intervención humana, ya ha desaparecido en grandes extensiones del norte y centro de Colombia, donde en décadas pasadas era abundante. En los últimos diez años, se ha perdido más del 70% del total del hábitat en el país por la expansión de la frontera agrícola, y ésta genera destrucción, fragmentación o degradación del bosque.
En Colombia, muchas organizaciones trabajan para erradicar la práctica de tener un loro como mascota y para proteger su ecosistema. La participación de todos es crucial, de lo contrario las futuras generaciones serán ajenas a ese personaje de otros tiempos.

Fuente (Planeta Zoo -Año 2 Número 4  Junio, 2006)